Fecha de caducidad y fecha de consumo preferente. Parecen lo mismo, pero no lo son. Y es que aunque la mayoría de los consumidores considera que a partir de la fecha indicada en el envase no se debe consumir ese producto, en el caso de la fecha de consumo preferente sí que se puede consumir sin que eso suponga un riesgo para la salud.
La fecha de caducidad indica cuándo un alimento deja de ser seguro para el consumo desde el punto de vista sanitario. A partir de esa fecha el producto no se debe ingerir. Se utiliza en productos muy perecederos como carnes, pescados, productos al vacío o pasteurizados.
La fecha de consumo preferente, por el contrario, indica hasta qué fecha el alimento mantiene intactas sus propiedades, siempre y cuando el envase no se haya abierto. A partir de esa fecha, el producto empieza a perder algunas de sus cualidades físicas, pero su consumo sigue siendo seguro. Se trata de productos como sopas, legumbres, aceite, productos desecados (pasta, arroz) y productos esterilizados (enlatados), como es el caso de las conservas.
Esto quiere decir que tenemos que diferenciar a un alimento que ha llegado su fecha preferente de consumo del que ha llegado su fecha de caducidad.
La confusión parece radicar en el propio formato de las leyendas en las etiquetas una fecha, bien día y mes o mes y año o año, que el consumidor relaciona con fecha límite a partir de la cual el alimento no debe consumirse, pero sin reparar en la frase que la precede: «fecha de consumo preferente» o «fecha de caducidad». Ante la duda, se tiende a desechar el producto, pero en todo caso, esto solo debería ser así para la fecha de caducidad, es decir, cuando se ha rebasado el límite de seguridad a partir del cual el alimento puede suponer un riesgo para la salud.
Algunos alimentos no requieren indicaciones de fecha de duración, como frutas y hortalizas sin procesar, vinos, productos de panadería de consumo inmediato, sal de cocina y vinagres, azúcar, productos de confitería elaborados casi de forma exclusiva con este ingrediente o gomas de mascar.
En ambos casos, caducidad y consumo preferente, la fecha indica el momento concreto en que termina el período de comercialización de un producto y, por tanto, de su retirada de las estanterías.
Las fechas de “uso” NO son sobre seguridad. Se trata de la calidad y las advertencias de deterioro futuro en lugar de contaminación. Los productos estables durarán incluso más tiempo si están bien sellados y se mantienen en un lugar fresco y oscuro. Aquí algunos ejemplos:
Azúcar:
Durará indefinidamente a menos que la humedad penetre en ella.
Granos, pasta, frijoles y legumbres:
Si no huelen mal puedes mantenerlos mucho más allá de la fecha de caducidad.
Harina:
La harina es un producto muy duradero, puedes utilizarla después de su fecha de caducidad.
Galletas o barritas:
Este producto debe consumirse en cuanto antes. Una vez que se abre el paquete deben consumirse, no porque te hagan daño pero porque se humedecerán. Mientras huelan bien, sabrán bien.
Mermeladas o Jarabes:
Los frascos abiertos de mermelada pueden durar mucho tiempo a menos que se desarrolle moho. Sin embargo, si ves moho, no intentes quitarlo; desecha todo el frasco porque el moho invisible puede haberse extendido por todo el producto.
Condimentos:
Catsup, salsas picantes y aderezos contienen conservadores para prevenir el crecimiento de moho. Refrigera todos estos productos una vez abiertos.
Sal, pimienta y bicarbonato:
La sal y el bicarbonato de sodio tienen una vida útil ilimitada, pero el polvo para hornear eventualmente perderá su poder de fermentación.
¿Qué mantiene muchos alimentos frescos incluso a temperatura ambiente? Los productos que son ácidos o altos en azúcar o sal son muy estables. Si el pH es bajo (como en productos enlatados), el producto es ácido y es menos probable que permita el crecimiento de gérmenes.